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viernes, 2 de enero de 2009

VACACIONES 1


Cuando era una niña, de al menos 8 años , después de las tradicionales fiestas de Navidad y Año Nuevo y con parte de la familia, nuestras vacaciones de verano transcurrían en una localidad serrana llamada Alpa Corral.
La cosa comenzaba así, mi mamá nos pedía que eligiéramos juguetes que queríamos llevar mi hermana y yo, de mi parte , conmigo viajaba un oso, el pobrecito de tantas lavadas y abrazos le faltaban casi todos los pelos y los ojos ya habían sido cosidos por mi abuela un montón de veces, una muñeca de plástico duro con ojos fijos que tenía en su cabeza dibujados los cabellos y éstos terminaban en un rodete, regalo de mi abuela para un cumpleaños a la cual y con ayuda mediante le cosía vestidos de muchos colores, cuadernos, lápices de colores, lápices negros, goma de borrar , revistas viejas para recortar, goma de pegar , tijera , libros de cuentos y el infaltable portafolio de cuero que utilizaba durante la época escolar, en donde y a la fuerza hacía entrar muchas cosas, lo cerraba, lo miraba fijo y tenía la extraña sensación que iba a explotar en cualquier momento.
Nosotras ayudábamos a mamá a poner en cajas distintos comestibles no perecederos, ya que el lugar al cual íbamos estaba lejos del pueblo.
Y por fin llegaba el tan esperado día, noche previa, excitación total, no conciliaba el sueño, daba vueltas en la cama, mis padres decían, " dormiteeeeeeeeeeeeeeeee, que mañana vas a estar con sueño ", pero ... , mi cabeza funcionaba a mil.
A las 5 de la mañana a cargar el auto y salir, mi Dios, cuanta emoción, cuanta alegría, el auto, era una Estanciera, de color verde clarito, el camino por aquellas épocas, era un poco angosto , de tierra, en algunas partes y si días previos no había llovido, estaba en condiciones algo aceptables de lo contrario, pozos de todo tamaño y lagunas de muchos metros de largo, al llegar a ellas, mi papá se bajaba, le colocaba cadenas a las cuatro ruedas, de esta forma el barro no se pegaba tanto a las mismas y si teníamos suerte ninguna laguna podía con nosotros.
Cantábamos y nos reíamos, por supuesto no faltaban los mates entre nuestros padres y algún jugo para nosotras y galletitas, el viaje era un poco más largo, no teníamos el auto de estos tiempos, lo que siempre recuerdo es una canción que mis padres entonaban de " había una vez una rana que estaba sentada cantando debajo del agua" , mis hijos la aprendieron a cantar cuando eran niños y en algunos viajes que hicimos.
Por fin, después de tanta tierra, pozos, lagunas, que para nosotras representaban toda una experiencia y aventura para contar al regreso de las vacaciones , llegábamos, mi sensación era como encontrar un paraíso, tanto verde, tanto color, tanto silencio, sólo el canto de los pájaros y el sonido del agua entre las piedras.
La casa, era grande, totalmente construida con adobes, era como un rectángulo, en uno de los extremos estaba la cocina y en el otro el baño , las piezas daban a una gran galería, los pisos de ladrillos, el techo era de paja mezclada con barro, algo fresco en el verano, las ventanas pequeñas y con tela mosquitera así se evitaba que algún bicho entrara.
El terreno donde estaba edificada era grande, rodeado de árboles altos y muy frondosos, al frente de la casa había un aljibe del cual sacábamos agua con un balde y al fondo unos galponcitos donde se guardaban muchas cosas, entre ellas, todo lo necesario para andar a caballo.
En ese mismo terreno vivía un matrimonio con hijos que cuidaban la casa, para aquella época no había ninguna casa vecina, ya que eran terrenos privados y nadie había construido .
Allí eran las vacaciones, con mucho sol, agua, caminatas, silencios y mucha mucha paz.

2 comentarios:

ana maria dijo...

Todos tenemos recuerdos buenos y recuerdos malos,con los primeros he sido feliz y los disfruté , por eso y como una narración quiero compartirlos,a los segundo los he masticado muchas veces ,aprendí a digerirlos de a poco, no sin antes sacarles algo positivo y me los reservo, juntos los dos forman parte de mi vida y experiencia.Gracias

Anónimo dijo...

Recuerdo los maizales, las caminatas y salir de pesca,las crecidas y salir corriendo del agua cuando comenzaban a llegar palitos,ramas,hojas y en menos de media hora casi dos metros de agua, porque allá arriba sí que era bravo.Cuando llegábamos Don Silva nos esperaba con un asado de chivo, a caballo había ido a buscarlo a no se que parte de la provincia de San Luis. A la mañana desfilábamos detrás de Chicho Silva hasta el corral de la vaca,donde él con paciencia ordeñaba y nos llenaba los jarros de aluminio con leche tibia llena de espuma.
¡Que tiempos tan bellos!
Los recuerdos de tenemos de cosas que nos tocaron vivir al ir creciendo muchas veces no son demasiado agradables, pero son parte de lo que somos, por los que nos aman los que siempre están cerca nuestro. Sacudimos el polvo, nos acomodamos y seguimos con la frente bien alta, porque como decia el viejo: "Nunca le deban a DIOS, pero menos al diablo, porque ese hijo de perra siempre se cobra".Un abrazo